En estos días he estado escuchando al maestro Eckart Tolle, a quien admiro profundamente, hablar de manifestación. Un tema con muchísimas aristas, las cuales no podría abarcar totalmente en este artículo, mas intentaré ser clara en lo que siento es más importante con relación a este.
Empecemos por recordar que toda carencia, toda necesidad, y todo deseo, provienen de la idea de separación de nuestra Fuente, y la ausencia en nosotros, de aquello que nos otorga plenitud, abundancia, y totalidad. Desde esta identificación con el ser humano, el personaje, la personalidad, con todas las creencias, apegos e ideales que nos enseñaron, es como si siempre algo faltara para experimentar felicidad.
El engaño del mundo…
Cuando era una niña, vivía feliz con mis padres en un apartamento pequeño, estrato 3, muy normal, nada nos faltaba, pero no teníamos lujos, la mayoría de la ropa que usaba me la hacía mi mamá, y jugaba con lo que tuviera, es más duraba horas cantando con mi papá, o haciendo vestidos para las Barbies con mi mamá, y en esos momentos disfrutaba una dicha inexplicable…
En la medida que fui creciendo mis amigos empezaron a usar ropa de ciertas marcas, las compañeras del colegio vivían en casas grandes y en barrios de mayor estrato… Cuando iniciábamos año escolar, yo entraba con la lista de útiles completa, pero no tenía aquellas cosas que le traían de Estados Unidos a algunas amigas, cuando habían reuniones de padres, mi mamá iba con la sencillez que le caracterizaba, ella era ama de casa, y las mamás de mis amigas iban elegantes, en tacones, maquilladas y estresadas, pero eso nos decían que era ser exitoso… En fin, poco a poco se instaló en mi la idea de lo que debía tener, hacer y lograr para ser exitosa, y se supone que cuando lo alcanzara iba a ser feliz.
Después de varios revolcones de la vida, viví eso de ser una mujer como las mamás de mis amigas, una profesional, ejecutiva, que podía vestir tan elegante como quería. Pude con el tiempo comprar una casa como la que quería… También tuve a mis hijos en el colegio que me propuse, tuve el cuerpo que quise, viajé por el mundo, alcancé, no por mi cuenta, pero así fue, todo lo que tanto creí que necesitaba. También experimenté el estrés ese que llamaban éxito, e hice de él un trofeo, un atributo que sostenía, para mantener la imagen de una buena esposa, madre, trabajadora, hija, un personaje víctima, ayudador, que no delegaba, que todo lo podía, que se sentía cargado, agotado, abusado, aparentemente perfecto, profundamente infeliz.
¡Qué engaño! Todo requería una dosis de esfuerzo insoportable, cuyo cansancio adormecía con unos vinos el fin de semana, o unas compras compulsivas, o un gusto, o un viaje… Y finalmente, volvía a la misma locura, el afán, los compromisos, la ansiedad por tener más, viajar más, gastar más, aparentar más… No vivía el momento, porque siempre estaba contando las horas para que fuera de noche y descansar, o el fin de semana para compartir con mis hijos, y finalmente, era tanta la amargura inconsciente, que mi cuerpo estaba con ellos, pero mi mente estaba siempre en los compromisos, o en el diseño del siguiente juguete para distraer el vacío interno… ¡Vale la pena trabajar duro para ir a ese viaje que quiero! ¡Vale la pena el esfuerzo para que mis hijos estudien en ese colegio bilingüe! Bla, bla, bla… El ego dirigía mis pasos cada día y yo era su esclava, le vendí el alma al diablo, y el placer efímero era mi ídolo de barro.
¿Manifestación?

¡Claro! Todos los deseos del ego proyectados ahí, tal cual como creía que necesitaba para ser “feliz”. ¿Porqué del ego? Porque si te das cuenta surgen de necesidades fabricadas por la mente, a partir de la identificación con un personaje con el que nos vamos identificando.
El ego es el proyector de todo aquello que tememos, en algunas ocasiones nos da lo que queremos, porque sabe que con eso nos entretiene de lo que realmente anhela nuestro Ser, y porque además sabe que todo lo efímero finalmente conlleva la sensación de insatisfacción y búsqueda de algo más, o el miedo a perder. Así nos programa para vivir en apego, angustia, anticipación, lucha y más miedo, sosteniendo con ese miedo, el alimento necesario para subsistir, pues sin miedo, el ego dejaría de tener lugar en nuestra conciencia.
En fin, todo esto fue perfecto, para finalmente experimentar una crisis insostenible, que fuera el motor del descubrimiento más importante de mi vida: No necesitaba nada de eso, no quería seguir siendo la súper mujer, ni la súper mamá, ni la súper profesional. Solo quería volver a lo esencial, recordar mi verdadera Identidad, encontrar paz…
Lo que realmente anhelas
Heme aquí, a las 9:00 a.m. escribiendo este artículo, sonriendo al ver que quizá todo aquello por lo que tanto luché ya no está, y siendo consciente de cuanta paz hay en este momento….
No he perdido nada, solo vivo de otra manera.
Aprendí que no necesito estar estresada para ser quien soy, ya no cargo con obligaciones que no me corresponden, delego, hago justo lo que amo, y amo justo lo que hago.
Tengo una vida sencilla, con todo lo que me corresponde ahora, una vida tranquila, un compañero que me apoya, unos hijos que aprendieron a ayudar y a considerar a su mamá.
Ya no me siento cargada, quizá ya no tengo el trabajo con el que producía aquellas cifras envidiables para muchos, pero tampoco tengo la necesidad de comprar lo que antes compraba, entonces no me hace falta nada, no me interesa.

Disfruto este instante y sé que es todo lo que existe, me gozo la compañía de mis perros, el café de la mañana, meditar, hacer ejercicio, escribir, leer, grabar clases y compartir con mis alumnos que son también mi familia. Disfruto andar en tenis, practico el estado de presencia hasta para comer, vestirme, o avanzar en un proyecto. Procuro a cada instante, no tomar decisiones por mi cuenta, para permitir que todo fluya en coherencia con lo que siento, no para satisfacer a nadie, simplemente no resisto la vida. La paz prima sobre la apariencia o el deber ser que había aprendido.
Comprendí y verifico cada día, que lo que realmente anhelaba no era nada de lo que había creído. Me rendí y escuché desde lo más profundo de mi Ser, un llamado dulce y amoroso a la paz, que no atendía por estar distraída.
Y te aclaro algo, no he renunciado a nada, no he sacrificado nada, simplemente, todo ha sido y sigue siendo el producto de un movimiento sutil lleno de gracia, un movimiento extensivo de Amor, que no dirijo yo, que se hace a través mío, que permito cada día, en el que estoy aprendiendo a entregarme y a confiar.
La extensión del Amor…
“El ego proyecta desde el miedo, el Ser se extiende desde el Amor, y yo simplemente le he dado el permiso de hacerlo.”
Desde esta elección de vivir en confianza, he visto como mágicamente han aparecido en mi vida oportunidades inesperadas, personas maravillosas, circunstancias inexplicables. Eso que otros dirían que ha sido suerte, y que yo llamo la sincronía perfecta del Amor.
Cada día elijo cómo quiero vivir y qué pensamientos escuchar. Agradezco detalles que antes pasaban desapercibidos, y por supuesto siento como mi energía es otra, y con ello como todo se manifiesta o se crea en consonancia con esta nueva frecuencia.
He aprendido también a ser muy consciente de esa energía en mi, a través de la auto observación, de sentir mi cuerpo, y de detener el ruido mental, y así, cuando me pillo distrayéndome, sencillamente regreso, y elijo de nuevo.
Ha sido un proceso de deshacer patrones, creencias, de entrenar mi mente, y cada día experimento más la dicha de andar este camino.
No estoy diciéndote que algo de lo que tienes hoy es malo ni bueno, simplemente que es necesario detenernos para darnos cuenta, si vivimos la vida que realmente queremos, o si estamos siendo víctimas de nuestro propio invento.
Te abrazo en Amor,