Paz, todos anhelamos vivir en paz, percibimos un mundo de guerras, violencia en las familias, entre las parejas, un mundo de competitividad, dolor, muerte y pobreza que parece no terminar. Lo hemos intentado casi todo en el nivel de la forma, acabar guerra con guerra, con acuerdos de paz, con organizaciones no gubernamentales, intervenciones de todo tipo, hoy día la impotencia es tal que las redes sociales son un nuevo campo de batalla, y de manera automática, surgen nuevas ideas “maquiavélicas” que dan paso a estrategias astutas e inauditas que nos impiden vivir en paz.
¿Qué pasaría si nos rindiéramos a la pretensión de mejorar este mundo?
¿Qué pasaría si reconociéramos que todo lo que percibimos es el reflejo de nuestro estado mental interno?
¿De qué serviría entonces atacar las imágenes de un mundo aterrador si nuestras mentes continúan inmersas en la culpa, el miedo, el dolor, el ataque y la defensa?
Detente un instante y evalúa el segundo a segundo de un día corriente para ti, ¿cuándo fue la última vez que te sentiste culpable o temeroso? ¿Cuál fue el último motivo que usaste para sentir enojo o conflicto? ¿Cuáles son los temas de tus conversaciones? ¿Con qué frecuencia juzgas a los demás? ¿Cómo hablas de ti mismo? ¿Con qué frecuencia traes el pasado al presente con sensación de culpa o frustración? ¿Cada cuánto te preocupas por el futuro? ¿Qué tanto intentas controlar a las personas o las circunstancias porque consideras que sabes lo que debiera ser mejor? ¿Qué tanto te exiges? ¿Con qué frecuencia te comparas con tus hermanos e intentas ser mejor que ellos? O, ¿Con qué frecuencia te sientes inferior al resto?
Podría llenar más de cien páginas de preguntas para reflexionar y cuestionar el hábito de nuestra mente de elegir el sistema de pensamiento del ego, ese que, cuando no somos conscientes, nos sumerge en una guerra interna permanente. Funcionamos como una fotocopiadora industrial que sin tregua reproduce conflicto tras conflicto, motivo tras motivo para impedirnos parar. Pues si nos detenemos, nos damos cuenta inmediatamente, que en el silencio verbal y mental simplemente recordamos la verdad, nuestra naturaleza esencial, la paz.

Si nos comparamos con un ordenador que admite programas automáticamente, podríamos decir que somos títeres de nuestros programas inconscientes de ataque y defensa, sin duda la creencia en la separación nos hace sentirnos vulnerables y víctimas o victimarios de la vida, la vida, esa referencia abstracta que apunta discretamente a Dios, Dios, un Dios que es Amor y hemos considerado que a la vez es verdugo, castigador, temeroso e injusto. Es extraño que algo tan ilógico y carente de sentido se haya dado por cierto sin siquiera cuestionarlo, una acusación al Amor, esa que día tras día nos hace repetir la historia absurda de un yo individual susceptible de ser atacado en cualquier momento por ese dios demente que nos trajo aquí a luchar por la supervivencia y sufrir por amor, para finalmente morir sin posibilidad alguna de evitarlo.
Me niego a creer en ese dios dual, en mi mente no cabe la posibilidad de la coexistencia entre el amor y el miedo, yo elijo la certeza de un Dios de Amor total, que me habita y me rodea, que mora en todo lo visible e invisible, un Dios en el que descanso sin dudar y, que sin ninguna condición ni pretexto, me invita a amarlo todo por igual. Esa elección me da paz.
Cuando creemos en un dios que castiga, es inevitable experimentar temor y es justo este miedo el que proyectamos en los que nos rodean a través de los juicios con los que les atacamos incesantemente, sin siquiera darnos cuenta. Clasificamos de acuerdo a nuestras preferencias, nos dividimos en bandos y nos hacemos esclavos de la venganza que pareciera que es en contra del otro, pues es imposible sentirte en conflicto con alguien y continuar en paz.
Siempre que tenemos un “pendiente” con un hermano, aun cuando nos alejemos de su cuerpo físico, si no sanamos nuestras emociones al respecto, si no logramos verlo totalmente inocente, tampoco podremos sentirnos tranquilos, pues una parte de nuestra mente nos mantendrá alerta para la defensa.
¿Qué sentido tiene todo esto?
¡La paz es la consecuencia de ejercer tu libre albedrío!
Y tu libre albedrío no está en la forma, no está en la lucha externa, no está en tu intento de cambiar a nadie, ni siquiera a ti mismo…
Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del Creador. Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.”
Un curso de milagros
Tu libre albedrío está en la mente, en estar atento y presente, en la elección consciente de detenerte ante cualquier tentación de atacar lo que percibes, sea una opinión, una circunstancia o directamente un hermano, aunque sea mentalmente, el ataque no tiene sentido y hace alusión a una guerra interna en la que estás defendiendo tu opinión, tus creencias, esa postura con la que te has identificado y que te impide ver la verdad: tu hermano es uno contigo en el Amor.
Todo esto no es más que la repetición de lo que ha sucedido históricamente previo a que se desencadene en el mundo material todo lo que percibimos como violencia, guerras, muerte y sufrimiento. Con esto pretendo que te des cuenta que todo ello es solo una consecuencia de no ejercer nuestra voluntad de amar, tu verdadero libre albedrío.
Los estudiantes de Un curso de milagros usamos frases como estas para detenernos ante estos ataques mentales y permitimos que el milagro (el cambio de percepción del miedo al Amor) tenga lugar, así:
No voy a abrigar ningún resentimiento contra ti (nombre), sino que te voy a ofrecer el milagro al que tienes derecho. Visto correctamente esto me ofrece un milagro.”
Un curso de milagros
También es posible recordar de manera sencilla pero confiada, que nuestra seguridad descansa en Dios:
4 Comments
Como siempre maravilloso mensaje!!! Gracias, gracias gracias
gracias… me encanto
Gracias por ese maravilloso regalo. Gracias por hacer cada dia bella y amorosa nuestras vidas. Dios te bendiga
María del Mar, gracias por tu valioso tiempo al compartirnos tan hermosas reflexiones. En medio de tantas ocupaciones hoy me he regalado el tiempo para leerte y tu mensaje me ha llegado al corazón.
Recibe un fuerte abrazo y mis mejores deseos porque tu evento de noviembre sea todo un éxito.