
Hoy me ocurrió algo precioso, la vida siempre encuentra vías para recordarte el sentido de cada circunstancia, de ti depende estar despierto para verlo.
El regalo de cada retiro presencial es invaluable, el compartir, vernos en “el otro”, indagarnos, tener espacios para el silencio, la práctica, la meditación, la contemplación y el recuerdo de la verdad...
El llamado profundo a abrir estos espacios es contundente y por 6 años he podido ver la sincronía perfecta que todo lo hila y lo permite, así que, en confianza, una y otra vez, he dicho sí al llamado y surge el encuentro de manera natural.
Sin embargo, en lo humano hay reglas de los lugares que contratamos para ello, como en este caso, la cantidad mínima de personas para tener el espacio. Esto es absolutamente comprensible dados los costos y demás temas logísticos a desarrollar.

El punto aquí es que estas reglas repercuten en nosotros como escuela y no puedo negar que por momentos, al ir recibiendo las inscripciones, he preguntado: "¿Cuántas personas van?". He sentido la tensión de no cumplir las exigencias del lugar, por momentos he tenido que pararme a sentir el miedo y también una parte de mi ha dicho: ¡Ay no, que estrés! Mejor no hagamos más eventos presenciales, esto es agotador…
Respiré, entregué, me entregué a Dios completamente y recordé que Él está a cargo y que lo que sea, se da en el tiempo perfecto que necesitara vivir.

Esa misma tarde se sumaron dos mujeres maravillosas que estaban cada una desde su momento de vida, organizando su tiempo y sus recursos para asistir.
Sentí su felicidad de estar allí, su anhelo de paz, de encontrarnos, de vivir una vez más el instante sagrado, juntos, en comunión, su deseo de soltar el mundo un ratico y dejarse amar, priorizar la experiencia de lo Divino, hacerlo vida en lo humano, avivar el fuego del Espíritu en ellos, en mí, en todos.
Luego me escribieron este fin de semana como enviadas por Dios, una amiga que viene de México: “¡Mari ya casi nos vemos que felicidad!”, otra bella compañera de camino que viene de Barranquilla: “¡Ya casi nos abrazamos!” y así puedo sentir el regalo del retiro, el aprendizaje que vivo desde el instante en el que digo sí y ahora solo puedo honrar cada paso, reconocer que el valor de la presencia de cada uno de mis hermanos, es invaluable, que aunque lo humano y practico ha de continuar, hay un propósito que trasciende estas cosas y me trasciende a mí, hay un sentido profundo que nos reúne y solo puedo gozarme en la bendición de ser una aprendiz más de este nuevo encuentro, de seguir aquí al servicio del llamado, con humildad suficiente para saber que todo puede suceder, y con la confianza necesaria para saber que nunca ocurrirá lo que no necesite experimentar, así como dice el tema de este retiro, permito en mí, una y mil veces: la Voluntad de elegir el Amor. Ahora, ahora, ahora.

Gracias amada Vida, siempre eres buena, siempre te ofreces a mí, para recordarme mi capacidad infinita de amar, gracias familia, sola sería imposible, me veo en cada uno de ustedes.
Gracias.
